El refugio mítico del jazz
LEYENDA DEL TEMPLO,LA
AA.VV
Editorial EDICIONES ESCALERA
Coleccion: LA LEYENDA DEL TEMPLO
ISBN 978-84-940573-5-9
EAN 978849405735
En los medios: El mundo
Su presencia, no obstante, se sintió en el auditorio a través de una retahíla de amigos y colegas que sí tocaron en su interior. Quizá fue eso lo que percibió Art Blakey, que pasó una noche en la planta tercera, cuando dijo aquello de «puedo sentir vibraciones». Fue el último tablado que holló Camarón de la Isla el 25 de enero de 1992, en un concierto eléctrico ante 700 personas. Tras cancelar su compromiso media hora antes, terminó acudiendo gracias a la mediación del guitarrista Tomatito.
Aquella noche el Johnny, como se bautizó al colegio tras una interpretación de Johnny B. Goode por Lucky Peterson que devino en delirio colectivo, alcanzó su cumbre. El recuerdo de aquella ocasión perdura en las páginas de La leyenda del templo: Medio siglo de música en vivo en la universidad que publica Ediciones Escalera. El propósito es «preservar la memoria viva» de una institución que permanece cerrada desde el pasado 29 de julio, explica David Ortiz Peñate, ex colegial y responsable junto a Talía Luis Casado de la edición de este libro coral con «estructura de free jazz».
La leyenda comenzó en 1966, cuando fue fundada por Jesús Cobeta -su primer director-, bajo la premisa de crear un centro accesible a la clase obrera y receptivo a la cultura y el pensamiento. En el edificio, obra de los arquitectos Luis Miguel-Inclán y Antonio Viloria, germinaron grupos organizados por estudiantes como el Club de Música y Jazz, el Corral de Comedias, el Cineclub..., que lo situaron a la vanguardia cultural y social.
«Funcionó como punta de lanza de muchas manifestaciones musicales: jazz, flamenco, blues, new age, folk. Muchas cosas programadas se veían por primera vez, porque en los primeros años no existía un gran tejido cultural. Fue crucial para que los artistas, el público, los periodistas y los mánagers se profesionalizaran», relata por teléfono Pablo Sanz, ex colegial y actual vocal del Club y autor de uno de los textos. El Club nació en 1970, por iniciativa de una cuadrilla de colegiales hastiados de esperar largas colas en el Teatro Real para disfrutar de las actuaciones. Se llevaron la música a su propia casa, donde recibirían a artistas como Chet Baker, Dizzie Gillespie, Tete Montoliu, Bebo Valdés, Enrique Morente, José Mercé, Manolo Sanlúcar, Diana Krall, Mercedes Sosa, Javier Krahe... Todos conocieron el sortilegio de su escenario, fruto de su excepcional acústica, su cercanía al público, la atención con que trataban los jóvenes a los músicos y el entusiasmo de su afición, según desgrana Alejandro Reyes, figura central de la asociación, en el volumen.
Pero esta guarida de «izquierdosos» no tardó en ser pasto de las redadas y topos del franquismo. Alguno de ellos se arrepentiría posteriormente tras contagiarse de ese ambiente «relajado, divertido, una suerte de hermandad capaz de unir de por vida a un montón de gente de diversas épocas, es como si fueras colegial del Johnny para siempre» que describe Ortiz. La pasión transmitida por los veteranos a los novatos, la confianza depositada en los estudiantes, tratados como adultos, y el carácter asambleario de la toma de decisiones son algunos de los motivos que desglosa para justificar tanta dedicación. Algunos de los antiguos colegiales han regresado. Forman parte de los 250 okupas que se asentaron allí tras su cierre. Desde que Unicaja, propietaria del edificio, renunció a seguir siendo la gestora, la residencia afronta un porvenir dudoso, acosado de trabas administrativas y legales. Pero los miembros del Club no conciben por el momento trasladar el swing a otros espacios, según aclara Sanz. Saben que es complicado igualar el enigmático encanto de sus tablas.